Ensayo.El secuestro del posmodernismo en la evolución de la literatura portuguesa: el caso de Tomaz de Figueiredo

2023-02-05 17:53:43 By : Ms. Cathy Wang

Si puedes pensar, cita;si puedes citar, alumia.— Breviario de Consejos.1) Había una vez un po-moEl fado parece haberme elegido para estropear el centenario del nacimiento de uno de mis escritores favoritos.Hace tiempo traté de explicar por qué la revolución verbal de José Saramago nunca tendrá la importancia de la de Eça de Queiroz.Recientemente señalé los contornos hagiográficos de la biografía de Miguel Real y Filomena Oliveira.A primera vista, soy una mala elección para remar contra la fuerte corriente de Saramago, ya que desde los diecinueve o veinte años me he dejado llevar por la corriente de su obra.Si no recuerdo mal, la primera vez que quise leerlo fue en algún momento de 2004, cuando acababa de publicarse Ensayo sobre la lucidez.Mi madre, que estaba leyendo la edición de cartón del Círculo de Leitores, lo dejó en mi regazo en la sala de espera de una clínica mientras la atendían.En el pasado, había cerrado otras rápidamente tras una mirada desinteresada.Pero éste me hizo gracia en las primeras líneas, quizás por la coincidencia de que llovía en el libro y fuera del consultorio.Hizo clic, me uní al equipo de porristas y Lucidez se convirtió en uno de mis favoritos y uno de los cinco Saramagos que he releído hasta la fecha.Sin embargo, cuando mi madre me sacó de eso, no volví a leer en casa;las pocas páginas que había sorbido con deleite solo me prometían que valdría la pena investigar más a fondo.Por precaución, y porque estaba pasando por una etapa personal, me lancé a O Ano da Morte de Ricardo Reis, el primer Saramago que compré, el primero que leí de cabo a rabo, otro que releí.No quedó nada sin leer en un volante que tenía su nombre en la portada.En casa, como mi madre lo adoraba, se convirtió en un habitual de nuestros intercambios de opiniones.En ocasiones especiales, cuando vamos al restaurante João da Vila Velha, en Mafra, no subimos a Cheleiros sin mencionar la odisea de piedras gigantes que rodaban y aplastaban a los trabajadores.Una de nuestras referencias privadas es A Caverna: siempre que viajamos en metro entre Colombo, El Corte Inglés y Armazéns Chiado, pasando horas bajo tierra y dentro de las tiendas, sin salir a la calle ni ver el sol, uno tiene la costumbre de decir a el otro, es como si viviéramos en el Centro.Sin embargo, a mi simpatía por la obra de Saramago añado una curiosidad por la historia literaria.Desafortunadamente, la biografía del Sr.Miguel Real demostró que Saramago está siendo utilizado para hacer mala historia literaria.En sinopsis, Real revela a los lectores un pionero, al menos en Portugal, en varios campos: fue el primero en inventar la novela histórica metaficcional, en narrar con técnicas metaficcionales, en adoptar la exuberancia neobarroca y en violar creativamente la puntuación aprendida. en la escuela, “acercándose, en la flexibilidad, a la sintaxis barroca, e, igualmente, en la transformación de las reglas de señalización de la escritura, otorgando a la coma un lugar sintáctico soberano, hacen de Saramago el más posmoderno de los escritores portugueses”.(1)Bajo la encomiable intención de evitar una “biografía llena de supuestos escándalos y habladurías, fruto de mezquinas intrigas políticas y de inmensas habladurías”, situó su obra en un plano de intocabilidad, que “nadie se atreve a poner en tela de juicio”, un servilismo irrisorio. recordando al no menos bochornoso Eduardo Prado Coelho, que pisándole los talones al premio Nobel habría dicho: “¡Ahora, siempre quiero ver si alguien se atreve a criticar a Saramago!”.Pero si los científicos contrastan evidencias a diario en áreas del conocimiento cuyos criterios de validación son muy exigentes, no es en la Literatura donde dejaremos de poner en tela de juicio lo que, por mucho aparato que se emplee para ocultarlo, no son más que opiniones de gusto.Sí cuestiono el estatus pionero de la obra de José Saramago.Hay formas más rigurosas de estudiar literatura que otras.El inocente y tan aplaudido “sólo nos interesaba el quid literario del autor” de Real suaviza la ausencia total de otros y de historia literaria.Por eso, nadie escribió ficción en Portugal antes de Saramago, ni ficción digna de ser leída, ni ficción que subvirtiera las convenciones de la novela realista/decimonónica, ni ficción inmerecidamente olvidada;Tampoco se sondea la posibilidad de que muchas de las innovaciones atribuidas a Saramago fueran moneda corriente en Portugal durante décadas.Establecer si X es mejor que Y siempre se reducirá a la preferencia personal;por mucho que los críticos científicos se engañen a sí mismos, los juicios de valor son ramas del arte de la retórica y están destinados a persuadir;solo los ingenuos piensan lo contrario;los realistas saben que la crítica es siempre impresionista.Sin embargo, podemos demostrar si el autor X estaba haciendo cosas primero por las que se celebra Y.No seré yo, sin embargo, quien dirá que lo primero es lo mejor.Me gusta pensar que vivo libre de la idolatría de los “grandes escritores”: hay reputaciones históricas y mundiales que me dan asco, incomprensión y fastidio;hay personas que son despreciadas a las que aprecio infinitamente.Incluso admitiendo lo elitista, me atraen las incógnitas exentas de la aprobación de la multitud.Primero no es un criterio estético, una técnica ya utilizada puede ser mejor utilizada por un autor talentoso.En tiempos quizás más sanos, la originalidad en Belas Letras fue un defecto: durante milenios, el escritor emuló a los modelos del pasado a quienes el tiempo había conferido el título de los mejores.Para la mente moderna, es asombroso que uno de los temas más apasionantes del siglo XVIII fuera si Camões imitaba o no correctamente las reglas del género épico.Pero con el romanticismo arraigó en nosotros la enfermedad de la originalidad y desde entonces creemos, en detrimento de la imitatio y la emulatio, en el mito del genio singular torturado, rompiendo con la tradición, rechazando modelos, torciendo en el camino salvaje de la subjetividad a la verter originalidad en nuevos moldes dictados por el alma.Porque seguimos siendo románticos, por mucho que pensemos lo contrario, sacamos a nuestros héroes literarios de las vanguardias.Pasamos biografías con peine de dientes finos por un chocho pionero.Uno de los pasos predecibles en la deificación de Y es demostrar que él fue el primero en hacer tal y tal cosa.Si esto suena como una crítica, lo dejaré claro ya que odio jugar a los pioneros.Mi punto de discusión (porque esto es posmodernismo) no es el Sr.Real procede así a lo largo de 698 páginas, convencido de que revelar el espíritu pionero de Saramago aumenta su prestigio.Carece de bagaje para hacer la necesaria comparación con la historia del estilo, el gusto y las ideas, basando así en la niebla un estatus tan pionero e innovador.Aunque vibre en mí un formalista para quien la ficción es un manojo de frases y al que sólo le importa que las frases sean sucesivamente cantadas y encantadas de cabo a rabo, un historiador aficionado al que le encanta armar el rompecabezas de la historia literaria y al que le choca un poco la ineptitud de las 7 Vidas.Como el tema de hoy es la historia, tengo un esbozo necesario de la historia, que es breve, de la invención crítica de la posmodernidad portuguesa.Desde la década de 1960 comenzó a hablarse mundialmente de ficción “posmodernista”, se ha intentado definir qué es y circunscribir su génesis.Pero además de que nadie sabe exactamente qué es, la falta de acuerdo deriva de las diferentes condiciones de un país a otro: hubo varios posmodernismos que partieron a diferentes velocidades.Para los franceses, comienza con Náuseas (1938) de Sartre, o Samuel Beckett;para los argentinos, con las Ficciones de Borges (1944).La crítica norteamericana se remonta a las novelas de posguerra de John Hawkes, aunque ya hay elementos en Locos (1936) de Felipe Alfau, Brien, escrita en 1940 pero inédita hasta 1967. Para mí, todas las características de la posmodernidad son ya evidentes y con un alto nivel de sofisticación en Desesperación (1936) de Vladimir Nabokov.A veces, parece existir una disputa entre naciones por la primacía, una búsqueda competitiva por el locus primus más antiguo, yendo cada vez más atrás, como si fuera elogioso que el po-mo comenzara en el seno de una determinada nación, resultando en la riesgo ironizado por Umberto Eco que “Pronto la categoría de lo posmoderno llegará a Homero”.(dos)La intelectualidad portuguesa, una tribu bendita plagada de inseguridades, baja autoestima y complejos de inferioridad, ha actuado al revés.Incapaz de concebir que alguien de su círculo pudiera haber llegado a las técnicas posmodernas de forma independiente, sin tocar una partitura extranjera frente a sus ojos, continuamente retrasa las primeras manifestaciones en Portugal para una fecha posterior.Por aquí, la crítica empezó a tomar conciencia de una “nueva literatura” en un ensayo de Eduardo Lourenço, “Una literatura suelta o los hijos de Álvaro de Campos” (1966), en el que afirmaba sin la menor prueba ni argumento que había habido una ruptura entre la generación de escritores nacida en los años veinte (casualmente la generación del ensayista afortunado) en relación a las anteriores: otra mentalidad ante la existencia, otra actitud ante la sexualidad, otra manera de usar el lenguaje.Indiferente a los viajes personales de cada “hijo”, los convirtió de pronto en descendientes directos o simbólicos de un heterónimo de Fernando Pessoa, sin preocuparse de que lo leyeran siquiera, ya que, excluyendo los poemas, la mayor parte de la prosa de Campos quedó inédita. hasta su publicación de Jeónimo Pizarro y Antonio Cardiello (2012) y la abolorecia poco editada dentro de revistas efímeras de hace 30, 40 años que ahora se han convertido en raros y costosos objetos de colección.Habría sido quizás la primera vez en la historia que una revolución en la prosa de ficción se debió a la lectura de un par de poemas.Más irracional y aleatoriamente, Lourenço subió por la cadena hasta la de 1953 y se detuvo en la novela A Sibila, pensando que había encontrado la fuente.Es una fecha complicada, A Sibila recién salió en 1954, un año antes era un manuscrito inédito nominado al Premio Delfim Guimarães, pero Lourenço adoraba a Agustina Bessa-Luís tanto como adoraba a Pessoa y quería hacerlo por la fuerza y ​​sin pruebas. ella en el cabouco da Nueva Literatura.Exonerar a A Sibila para 1953, dejaba más incierto quién ocupaba el primer puesto, ya que se trata de una admirable imitación de la novela realista decimonónica, sin nada transgresor en la historia de la novela portuguesa, a diferencia del Caranguejo de Rubén A, vanguardista en términos de la voz del narrador, el desorden cronológico del relato, la pluralidad de registros, la puntuación.A pesar del estatus sacrosanto que adquirió el ensayo de Lourenço en la Universidad a partir de 1974, la elección de A Sibila como puerta de entrada a una nueva era no generó mucho consenso en las décadas siguientes, pero incitó a futuros investigadores a utilizar esta brújula detrás de los orígenes de la Pomo portugués.Unos meses después, Nelson de Matos respondió con “Eduardo Lourenço y la nueva literatura: o los nietos de Álvaro de Campos”.Antes de iniciar una carrera merecidamente celebrada como editor, Matos se estaba dando a conocer como una de las innumerables esperanzas de la hiperproclamada lírica portuguesa de los años 60 que llegaba a nada o nada, pero que nadaba en los suplementos literarios como si fuera a salvar a los nadadores. .Lector vacilante, si nunca has leído Noite Recuperada y Escobas de la Memoria (una actividad útil si te adentras en el libro en busca de las calcas de Alegría Breve), no sientas remordimientos.Pero antes de quedarse en el camino, Matos fue aplastado por elogios hiperbólicos porque combinaba las dos virtudes principales que lo hacían considerado un prodigio precoz y un nombre ineludible de futuro: rondaba los veinte años y se burlaba abiertamente del neorrealismo.Incitado a creer en su propia grandeza, Matos difundió la munificencia engrandeciendo a la otra generación de 1940, los “nietos de Álvaro de Campos”, tentación embriagadora para un niño recién llegado a Lisboa procedente de la rural Tavira.El pórtico, sugirió, se vería más bonito con una fachada usando la novela Rumor Branco (1963).Así comenzó la moda de empujar hacia adelante.Al principio, sin embargo, no hubo desacuerdo con Lourenço sobre 1953, solo sobre el nombre del pionero;dúctil como la plastilina, el año podía ser jalado en la dirección del amor de uno.Liberto Cruz, del FC Ruben A., planteó que el campeonato empezó en Páginas I (1949), incluso antes de Caranguejo (3).La camarilla de José Cardoso Pires trató de obtener el título para él utilizando dos títulos: Os Caminheiros (1949) o Histórias de Amor (1952, solo derrapó durante un año miserable) (4).Carlos Reis, apóstol y homónimo de Carlos de Oliveira, entró en escena con otra de 1953, Uma Abelha na Chuva, notoriamente más técnicamente prehistórica incluso que la cro-magnum opus de Agustina.(5)Los críticos posteriores no dudaron del esquema general de Lourenço, que les sirvió de prototipo, lo reenfocaron simple y humildemente en otro padre, dentro de parámetros preestablecidos: el punto de quiebre tenía que venir de un candidato favorecido por las siguientes virtudes: 1) ser mencionado por Lourenço en la lista de innovadores de la generación nacida a partir de 1920 (Rubén nació en 1919, pero Lourenço le perdonó la metedura de pata y nosotros también) y 2) haber debutado o casi en el año mágico de 1953.Esa exclusividad causó problemas a un peso pesado de la literatura de la época con justas pretensiones al título: aunque figura en el ensayo, Vergílio Ferreira, además de haber nacido en 1916, no tenía obra con las condiciones adecuadas a punto de 1953: Mudação (1949) todavía enfatiza demasiado el neorrealismo y A Face Sangrenta (1953) incluso contiene cuentos neorrealistas, publicados más tarde en la revista del oponente de Lourenço, vade retro Vértice!Aparição recién salió en 1959. El pobre acólito Luís Mourão no ocultó el mal humor y el dolor que le causó Lourenço al preferir A Sibila a Aparição (6).Sin embargo, sin dejarse desmoralizar, los vergilistas sortearon el problema apostando por la nebulosidad de las palabras: escribieron vaguedades como “en los años 50, la literatura portuguesa experimentó cambios radicales, etc., principalmente gracias a autores como Agustina Bessa-Luís y Vergílio Ferreira que etc.”, es posible disimular la diferencia de años entre los dos;de repente estaban haciendo cambios al mismo tiempo, uno al lado del otro, emparejados, sincronizados como bailarines acuáticos.Sin embargo, estas alternativas quedaron en el camino como polos en un tornado cuando la voluntad de Lourenço prevaleció y la Universidad lo impuso y consolidó como el mayor pensador/filósofo/ensayista literario.“Eduardo Lourenço, como siempre, tiene razón”, repudió el Sr.Real (7).Después de la respuesta de Nelson de Matos, que hizo histeria sin hacer historia, el año mágico solo comenzó a progresar nuevamente, creo que en 2002. La audacia recayó en Ana Paula Arnaut, cuyo Posmodernismo en el romance portugués contemporáneo – Fios de Ariadne – Máscaras de Proteus historizó el posmodernismo portugués por primera vez.Arnaut cambió a Agustina por Cardoso Pires, otra figura destacada en la lista de Lourenço.Recuerde el parámetro: está prohibido buscar orígenes anteriores a 1953.A los primeros libros de Cardoso Pires, repletos de prohibiciones neorrealistas sin ninguna novedad técnica ni temática, Arnaut los encerró en un lazareto.La misión era demostrar que O Delfim, publicado dos años después del ensayo de Lourenço, fue el fundamento del po-mo portugués.Banzado lector, si se tiene en cuenta que hay quienes postulan su nacimiento mundial en la década de 1930, un aplazamiento a 1968, dos tercios del siglo ya cumplidos cuando entra por fin la modernidad literaria, no hace mucho a favor de la creatividad de los Portugués.Si esta tardanza es de por sí bizarra, Arnaut también afirmó que “los nuevos rumbos ficcionales” abiertos por O Delfim están “guiados por los vientos que, en tierras norteamericanas, ya se hacían sentir desde el final de la Segunda Guerra Mundial” (8 ), sugiriendo que el fenómeno po-mo en Portugal se debió a la exposición e imitación de autores norteamericanos.Creo que ya he leído todo en el campo de la no ficción escrito por Cardoso Pires, no es particularmente difícil, solo necesitas el ocio y el deseo de hacer clic hasta el final del dossier en línea compilado por Hemeroteca Digital, y lo que quedó a mí de las notas fue que en gran medida ignoró la ficción estadounidense de posguerra.Habiendo sido criado en círculos neorrealistas en la década de 1940, nunca fue actualizado más allá del culto por realistas como Runyon, Saroyan, Steinbeck, Caldwell, Faulkner a veces (pero por antirracismo, no técnicas, que no le gustaban). ), Norman Mailer y poco más.Esta lista difícilmente habría ayudado a Pires a descubrir el posmodernismo dada la animosidad documentada de los primeros posmodernistas estadounidenses hacia ellos.En 2005, William H. Gass todavía se burlaba de los franceses (a través de los cuales los neos descubrieron la literatura estadounidense) por sobrevalorar a Caldwell y Steinbeck.Basta una mirada a las traducciones de la posguerra para darse cuenta de que Portugal desinvirtió por completo en la difusión de Gaddis, Gass, Barth, Elkin, Vonnegut, Pynchon, Hawkes, Coover, nombres que sesenta años después seguirán sin significar nada para el usuario portugués actual. del Amazonas, como nada se le dijo a Pires.Arnaut simplemente no contempla la posibilidad de que Pires haya llegado a las técnicas de O Delfim por su cuenta, o incluso a través de modelos nacionales cercanos a él.Sin embargo, los tics de inferioridad empeoraron.En 2012, Marcelo G. Oliveira lo impugnó al inventar el período intermedio “Modernismo tardío”, que “apuntaría a la continuación de los impulsos modernistas al menos hasta la década de 1970”, categoría que ha estado tratando de vender a la Universidad (9 ) y en el que se metió Pires, dejando un camino libre para otro que quería reclamar el título de primer posmodernista portugués.Básicamente, esta es la idea detrás de su libro Modernismo tardío: las novelas de José Cardoso Pires, Fernanda Botelho y Augusto Abelaira.Pero Oliveira no se habría tomado la molestia de arrebatarle la copa al ex campeón por un tecnicismo si no hubiera tenido otro digno podio bajo su mirada.“Diría que es con Levante do Chão que el posmodernismo encuentra, de hecho, una de sus primeras manifestaciones en la novela portuguesa”.Y más: “Sin embargo, recalco que solo con el reflujo de las tendencias futuras inherentes tanto a los movimientos contraculturales de los años 60 y 70 como a la revolución misma, surgirán las condiciones necesarias para el verdadero surgimiento de una estética posmoderna”.Qué disparate anacrónico: las técnicas que constituyen la caracterización posmodernista se remontan a las décadas de 1930 y 1940, por lo menos, mucho antes de la contracultura e incluso de la Revolución de los Claveles, tan inútiles para la ficción que en los siguientes seis años la ralentización de la producción literaria incluso provocó el pánico.Es curioso que hoy se vea a la Revolución como un impulsor de la creatividad (indiscutiblemente en términos de libertad y tratamiento de los temas), cuando en su momento se le culpó de haberla despuntado a favor de las prioridades políticas.“Para mí, todo esto es natural”, dijo Jorge de Sena.“Entonces, las personas que escriben se dedican a otras tareas de carácter político.Otros, menos absorbidos por estas tareas, sienten las profundas consecuencias de la revolución”(10).Incluso Gabriel García Márquez pasó la noche en Lisboa para asegurar a los nativos que esa sequedad era normal: “Toda buena novela es subversiva y expresa el profundo inconformismo del autor, sus conflictos de inadaptación a la sociedad y, por tanto, no está en tiempos de alzamiento proceso revolucionario que se puede esperar de las grandes novelas” (11).Además, creían que el escritor portugués tenía que volver a aprender a escribir en Democracia.“Pero también creo que, inevitablemente, durante mucho tiempo la gente tenderá a no escribir con claridad”, dijo Sena, “ya ​​que durante décadas todos desarrollamos una técnica de escribir entre líneas y ahora todos tenemos que acostumbrarnos a escribiendo en las 'líneas' (12).”Pero el problema de esta teoría es que durante el Estado Novo otros juzgaron que ya habían logrado una forma clara de expresión.“Hoy en Portugal existe un grupo selecto de notables novelistas”, decía Luís Francisco Rebelo a mediados de la década de 1950, “que buscan depurar el lenguaje de estos refogues anticuados y convertirlo en un instrumento directo de expresión (13)”.Además, la explicación de Sena podría referirse a la imposibilidad de producir inmediatamente libros en un idioma más libre, pero en ese caso los libros se habrían seguido publicando en el idioma habitual.Lo que pasó fue parálisis durante seis años.Además, el po-mo no es específicamente “futuring”, es decir, basado en el mensaje de la llegada de un futuro mejor, más justo, más humano.Este tic es en realidad característico del neorrealismo.Rastros de po-mo se encuentran en Europa, Estados Unidos, Asia, África, América Latina, en democracias y dictaduras, en países ricos y pobres, en cosmopolitas y provincianos, en jóvenes y viejos, populistas y elitistas, activistas y apolíticos.Un mero cambio de régimen no reemplaza el espíritu del autor, capaz de superar circunstancias, costumbres, coacciones de los apologistas del “buen gusto” y del “bien hecho”.Pero Oliveira continúa: “En otras palabras, la consideración de un posmodernismo literario en Portugal presupone necesariamente el surgimiento de una configuración temporal distinta de la que le precedió, es decir, la que subyace al modernismo tardío (14)”.Gracias a la aclaración necesaria, Oliveira revela que quiere hacer del posmodernismo portugués una conquista más de la democracia.Al igual que Arnaut, quiere producir una definición del posmodernismo que sea integralmente ética y todavía sumisa a la vieja concepción de la literatura comprometida, el contenido "futuro", después de todo, sería solo "los mañanas que cantan" de lo viejo y lo antiguo. un neorrealismo agotado que sigue mezclando los parámetros de cómo se debe pensar la ficción en Portugal.Superando a Arnaut en el servilismo del neorrealismo fantasmático, Oliveira llega a negar el título incluso al neorrealista Cardoso Pires, sólo porque O Delfim es contemporáneo del Estado Novo, y la amputación del pasado pecaminoso tiene que ser total. y brutalesDe 1953 a 1963 a 1968 a 1980: uno de estos días nos enteraremos de que, al fin y al cabo, el po-mo sólo llegó a estos lares por obra de Valter Hugo Mãe o Afonso Reis Cabral o Carla Pais o Gonçalo M. Tavares.Quién sabe, el posmodernismo portugués aún está por llegar.En mi opinión, el error de Oliveira radica en una confusión semántica.Cuando me refiero a “literatura posmodernista”, me refiero exactamente a eso, literatura.Soy indiferente a la política del autor y rechazo cualquier interrelación entre democracia, buenas intenciones, progresismo social e innovación técnica.La manada de monstruos que acumuló el Modernismo ya debería habernos curado de la falacia ética: Ezra Pound era un mussolinista enloquecido que declamaba virulentos discursos antisemitas en la radio italiana;TS Eliot fue otro antisemita convertido a la Iglesia Católica cuya revista The Criterion publicó los escritos de protofascistas como Charles Maurras y Georges Sorel;el futurista Marinetti aplaudió el fascismo italiano;Fernando Pessoa despreciaba la Democracia y predicaba el “nacionalismo místico”;Céline, antisemita y nazi.Nadie prestó atención al conservadurismo de Borges (que tanto molestaba a Alexandre O'Neill) (15) cuando lo asociaron con la posmodernidad.En España nadie niega el título de posmodernista a Gonzalo Torrente Ballester por una breve simpatía por la Falange franquista.En Italia, nadie le niega el título a Carlo Emilio Gadda solo porque el fascismo parecía una buena idea al principio.Tampoco me di cuenta de que el silencio de João Guimarães Rosa durante la dictadura brasileña (por supuesto, no renunció en protesta por su cómodo puesto en el Ministerio de Relaciones Exteriores) impide que la Universidad lo considere un exponente posmodernista.La técnica, el estilo, la estructura, la rebeldía contra los moldes decimonónicos/realistas era lo que importaba casi exclusivamente a los primeros analistas de la posmodernidad, Northrop Frye, Robert Scholes, Robert Alter, Giorgio Manganelli, Linda Hutcheon, cuando entre los años 50 y los 80 estaban tratando de averiguar qué diablos había pasado con la ficción desde la posguerra.El catastro ideal me parece una especialidad lusitana, un legado del fantasma oculto pero nunca suficientemente exorcizado del neorrealismo.A su vez, el Sr.Oliveira tiene muchas ganas de literatura.Cuando piensa en “posmodernismo”, en realidad piensa en un período histórico: el “posmoderno” por analogía con la Antigüedad, la Edad Media, el Renacimiento, la Ilustración, una época coherente con su propia mentalidad o ethos.Esta confusión se deriva del hecho de que los estudiantes universitarios, en lugar de leer literatura y ensayos de escritores de ficción, leen a pensadores como Jean-François Lyotard, cuya Post-Modern Condition es la hoja de trucos a la que recurren cuando necesitan aprender en una vida ante el examen “qué es la posmodernidad”.Pero el ensayo del Sr.Lyotard no tiene nada que ver con el po-mo literario.No es difícil ver que, si el triunfo de las democracias es un aspecto del mundo moderno, por asociación de ideas, lo posmoderno debe coincidir con lo post-1974.“En Portugal, la Revolución de Abril de 1974, que puso fin a casi cincuenta años de régimen dictatorial, abrió el camino para una nueva etapa en la historia del país, marcada por el fin del Imperio, la experiencia de la democracia y la posterior integración en el espacio portugués, la economía europea, factores que, naturalmente, no dejaron de afectar las condiciones y contenidos de la producción artística nacional.”De ser un conjunto de técnicas en desuso que volvieron a ponerse de moda en la posguerra, se convierte en una mentalidad que coincide y surge sólo después de la Democracia.El Estado Novo dejó tan traumatizados a los historiadores portugueses que, en lugar de investigar, a riesgo de sacrilegio, si el po-mo floreció quizás durante la Dictadura, avanzan hacia el futuro, dejando atrás un terreno temporal cada vez más alargado que se convierte en un desierto donde nunca nada ha nacido y por lo tanto no merece atención y estudio.Ojalá reconocieran que bajo las dunas hay tesoros esperando a ser descubiertos, pero no, es un desierto llano, de tierra dura, donde no clavan un pico, ni se ven huesos en la superficie.El oasis siempre está unos metros por delante de ti, pero no importa cuánto corras hacia él, nunca lo alcanzas, como en un hechizo de cuento de hadas.Miguel Real buscó la autoridad de Arnaut para proclamar que Saramago contribuyó a la consolidación del po-mo (16), afirmación nada controvertida ya que destacamos que el inicio del proceso le precedió.Al igual que Oliveira, insiste en la importancia del componente ético de la obra de Saramago;pero difiere al afirmar que esto va a contrapelo del posmodernismo: “Hay un mensaje ético evidente (que no moral, repetimos) en las novelas de Saramago, y esto, en términos de moda posmodernista, lo hace ajeno a las Letras actuales” (17). ).Ya que él no pierde el tiempo educando a simples mortales sobre su canon posmodernista, solo diré que el mío está lleno de preocupaciones éticas.William H. Gass, quien inventó la palabra “metaficción”, publicó El Túnel (1995) para condenar a la Humanidad por el Holocausto y demostrar que todos nosotros, por muy buenos que creamos que somos, llevamos el fascismo en el corazón, premisa que los estadounidenses han llegado a creer y comprender mejor en las últimas elecciones presidenciales.Gravity's Rainbow (1973), de Thomas Pynchon, nos muestra los futuros terrores del complejo militar-industrial que somete a los individuos a la sed de poder y lucro indiferentes a la violación del planeta.El otoño del patriarca (1973), de Gabriel García Márquez, relata los crímenes de un dictador latinoamericano.Terra Nostra (1975), de Carlos Fuentes, relata el contacto catastrófico entre europeos y amerindios.El arpa y la sombra (1979), de Alejo Carpentier, se pregunta si Cristóbal Colón merece ser canonizado como santo a pesar del genocidio amerindio posibilitado por los Descubrimientos.The Public Burning (1977) de Robert Coover es una sátira hilarante del daño causado a la psique colectiva estadounidense por la paranoia de la Guerra Fría, narrada en parte por Richard Nixon y ambientada en el contexto de la ejecución de los supuestos espías Julius y Ethel Rosenberg.El posmodernismo es intensamente ético, incluso moralista.Esto no contradice lo que dije antes: no tengo nada en contra de que la literatura tome una posición ética, siempre y cuando proponga estilo, estructura, imaginación, sin lo cual la ética no es más que una consigna banal escuchada mil veces.Si el po-mo portugués es cuestión de porristas, no vale la pena ocultar que yo también tengo un favorito.Mi premisa es esta: el posmodernismo comenzó en medio del Estado Novo;probablemente alrededor de 1941;y para hacerlo aún más ofensivo, el autor era monárquico, miguelista por si fuera poco;simpatizó con el Integralismo Lusitano, inicialmente jubiloso con el 28 de Mayo, apoyó al Nacional-Sindicalista del fascista Rolão Preto;y si odiaba a Salazar, eso no lo convertía en un loco enamorado de la democracia, aunque amaba la libertad de espíritu.Nacido en 1902, muerto en 1970, se llamaba Tomaz de Figueiredo y entre 1947 y 1962 llevó a cabo todas las innovaciones imputadas a Saramago a partir de 1980.Esta empresa titánica requiere lentitud y método.Comenzaré por el aspecto formal más destacado en Saramago: la puntuación.Una de las revoluciones, nos cuenta Real, fue que “escribe como hablan los campesinos, sin tener en cuenta las indicaciones de la gramática, del arte tradicional de escribir bien una novela”.Pero, ¿fue el primero en hacerlo?3) Puntuación normal de José SaramagoCuando Levado do Chão apareció por primera vez en exhibición, veinte años continuos de experimentación con partituras poco ortodoxas ya habían inoculado al lector.¿Porque no?